
El indie rock de Misiones sigue sumando discos a su catálogo. Ahora le llegó el turno a La Playa de Luvert, banda que lleva casi 4 años pateando escenarios de Posadas y la región, y que en ese corto lapso se convirtió en la avanzada local del indie surf.
En un verano que resiste hasta bien entrado el otoño, el debut homónimo de La Playa no puede estar más en sintonía. Las 9 canciones del álbum –desde hace unos días disponibles en formato digital– desprenden cierta abulia estival como el de las tardes de encierro a puro tereré y aire acondicionado, pero también el clima festivo de esas noches que solo el enero regala.
«Y como la vieja ropa del placard, de esas que ya nadie quiere usar. Apareciste y me viniste a rescatar», cantan en «Mi mundo», con unas rimas tan obvias como irresistibles. Canciones como «Piscis», «Las olas» o «Veo volar», son lo suficiente pegadizas que seguramente alegrarán hasta los días más crudos del próximo invierno. Se hace imposible resistir la invitación cuando dicen «El cielo parece el mar, te invito a surfear. Las cosas van a cambiar, yo solo quiero bailar».
Algo destacable en LPDL es que no necesitan sacar el carnet de identidad misionero: no usan palabras en guaraní y no hacen referencia a la tierra colorada, a la Costanera, a la chipa o cualquier cosa que pueda relacionarse con esta parte del mundo. Sus canciones trazan un universo compuesto por playas, veranos, romances y amistad. Un lenguaje universal que escapa al «pinta tu aldea» que tanto han militado, casi como un dogma, algunos músicos locales.
Al igual que sus «primos» de La Otra Cara de la Nada, los genes musicales de La Playa se pueden rastrear dentro de ese amplio universo conocido como «el indie» y que tiene a El mató a un Policía Motorizado como su punta de lanza nacional, además de Tobogán Andaluz, Atrás Hay Truenos y Mi Amigo Invencible cerca de dar el salto a primera. Pero a la vez el estilo los Luvert es menos melancólico, cercano a Beach Fossils, Best Coast y Mac DeMarco, entre otros artistas que mantienen la sensibilidad y las formas de producción del indie pero a la vez incorporan las cadencias más festivas del surf rock. Como si Nick Drake se hubiera cruzado con los Beach Boys.
Los recitales de La Playa de Luvert también son una celebración. El pogo cede lugar ante el baile lo que equipara la cantidad de mujeres y hombres en el medio de la pista. Esto también lleva a revalorizar la relación entre los músicos y el público de rock desde otra perspectiva.
Los Luvert se inscriben dentro de una corriente de bandas que anteponen la autogestión a la corporativización de los festivales; la sensibilidad y la alegría ante el derroche de testosterona y la exhibición fálica del rock más clasicista. Un movimiento que valoriza a las mujeres no solo como musas o grupies. Algo así como una declaración de principios: menos bulto y más corazón. Y en un momento en que las denuncias por abusos dentro del rock –tanto en el mainstream como en el under– están a la orden del día, no es algo menor.
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