
«Trabajar por tu cuenta es lo mejor: sos tu propio jefe, manejás tus horarios y tus reglas», me comentó visiblemente feliz un amigo que, después de años de saltar por diferentes empresas, se animó a jugarse full time con su propio emprendimiento de diseño de sitios web. Lo que antes era una «changa» extra pasó a convertirse en su principal fuente de ingresos. Personalmente no he tenido mayores experiencias en el trabajo autónomo, sin embargo no dejan de llamarme la atención estas historias.
En los últimos años he presenciado cómo muchos colegas y profesionales de otras áreas se han animado a renunciar a trabajos medianamente estables para impulsar sus propios emprendimientos. Es cierto que no se sintieron del todo cómodos en las empresas en las que estaban, ya por la mala remuneración, el difícil ambiente laboral o por las escasas perspectivas de crecimiento pero, ante todo, la emancipación también responde a una motivación mayor: la independencia.
Aún así, el del autónomo no es un camino de rosas. Los primeros pasos son difíciles, signados por la incertidumbre y los temores. Chau aguinaldos, francos compensatorios y licencias médicas. Las responsabilidades recaen ahora sobre los propios hombros y cada día sin trabajar es un día menos sin ganancia. Los trámites en la AFIP y Rentas de Misiones son harto engorrosos y las dudas se amontonan: ¿En qué categoría tengo que inscribirme? ¿Cómo se rellenan las facturas? ¿Tengo que tributar aunque no haya facturado nada el último mes?
«El primer mes fue una locura. Había renunciado a mi trabajo porque ya tenía apalabrado a dos auspiciantes como para tirar los primeros meses, pero finalmente se bajaron. No sabía qué hacer. Hasta pensé en pedir la reincorporación», me dijo un colega que dirige un diario digital después de años de recorrer las redacciones locales. Sin embargo, todos esos sacrificios dieron sus frutos. «Tengo que hacerme cargo de todo pero vale la pena. Estoy a las corridas pero el sacrificio que hago es para beneficio propio, no para hacerle ganar plata a otro. Incluso puedo aceptar trabajos ocasionales, pero ahora puedo exigir mejores condiciones», reafirmó.
Lo cierto es que la independencia tiene una serie de dificultades que difícilmente todos puedan estar en condiciones de afrontar. El autónomo tendrá que saber administrase, tanto a la hora de hacer las inversiones necesarias para crecer como para ahorrar pensando en los períodos de vacas flacas.
Aunque trabajar en empresas o en instituciones públicas no es necesariamente un impedimento para alcanzar objetivos profesionales, a veces estos espacios, en apariencia cerrados y con una dinámica ya establecida, pueden ser la vidriera para que el empleado creativo pueda darse a conocer.
«Hace 14 años que trabajo en informática en diferentes dependencias de Gobernación. Como es un área muy demandada también pude desarrollar software para la Provincia, lo que me sirve de promoción», me explicó Eduardo, un desarrollador local, a la vez que propuso su teoría de equilibrio “ideal”: «En la medida que uno pueda, hay que tener un trabajo seguro y a la par armar un emprendimiento personal. No depender exclusivamente de un ingreso».
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